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DÍAS DE VINO Y ROSAS

 

 

 

 

 

 

 

 

¡Qué grandes interpretaciones de ambos protagonistas!... destilan humanidad como bourbon por sus poros...¡Qué escenas tan verídicas en ese descenso a los infiernos de dos personas como cualquiera!. Jack Lemmon está espléndido, creo que no hay actores como él actualmente. Además lo maravilloso es que sin llegar a la sordidez de otra gran película sobre el tema como Leaving las Vegas, te trasmite intensamente el drama. Por eso me gustan las películas clásicas, porque aún haciéndose en otro contexto de tiempo y modas siguen atrapando a generaciones futuras. ¿Será porque son obras maestras?. ¿Aguantarán tan bien el paso del tiempo lo que hoy llamamos buenas películas?. Estamos ante una película de obligado visionado para todos aquellos a los que nos gusta el buen cine, y para todos aquellos jóvenes que piensan que por una copa no pasa nada, aunque luego venga otra, y luego otra y así hasta adentrarnos en el triste mundo del alcoholismo que magistralmente interpretan Lemmon y Remick en una película bien dirigida y estructurada sobre un guión demoledor. El desarrollo se asimila a lo que es una noche de borrachera, en la que se comienza con una apariencia de alegría y buen rollo, que acaba con la inevitable resaca que te arruina el día siguiente. Pues bien, pienso que esta simple estructura extrapolada a la vida de sus protagonistas es la que nos ofrece este film, donde los personajes principales pasean su falsa alegría y felicidad motivada por el alcohol, para desembocar irremediablemente en la resaca que supone la vida del alcohólico cuya existencia se ve arruinada por su adicción, arrastrando tras ello a los que le rodean, situación que en una magistral interpretación nos enseñan los protagonistas, siendo especialmente significativa la desgarradora y desesperada búsqueda de alcohol que lleva a cabo Jack Lemmon en el invernadero así como la caída libre que que padece la protagonista, maravillosa Lee Remick, en el desarrollo de la cinta.

 

Con independencia de su altísimo valor cinematográfico, creo que además es una película que todos los padres deberían hacer ver a sus hijos. Imprescindible...¿Por qué "Días de vino y rosas" es extraordinaria?

 

1) Porqué sublimes son las interpretaciones, en especial de la genial Lee Remick, que llegará a quitarle el protagonismo a un gran Jack Lemmon que pese a una grandísima actuación, en escasísimos momentos rozará la sobreactuación.

2) Porqué el guión no tiene fisuras, perfilando perfectamente el aspecto psicológico de los personajes y dando gran importancia al entorno y la presión social. Ese uso social del alcohol de Joe por tal de ser algo en la empresa y ganarse a los clientes que le llevará a un ocaso personal. El tono poético y existencial en algunas de las conversaciones. Unos personajes muy bien desarrollados psicológicamente, nunca planos y esquematizados sino cambiantes y complejos .

3) Por la forma magistral de Edwards de manipular al espectador y de llevarlo en 117 minutos de la sonrisa fácil de su primer acto al profundo drama cotidiano que nos deja helados cuando vemos el The End en la pantalla...
y para sortear la sordidez, equilibrar las balanzas incómodas y el deshonor de no reconocernos en el espejo de cada día...y llega un hombre como Lemmon, con ese talento excepcional que ha tenido siempre para hacerte sentir que está en el salón de tu casa, confundiéndose contigo mismo, y te convence para que le acompañes, de que reirás mejor con un par de copas, y de que está enamorado de una mujer a la que no le tiembla el pulso... Hasta que le empieza a temblar.

 

 

 

 

La destrucción del alcohol y la lucha desigual en una gran pareja de enamorados por dejarlo o eternizarse en él es un tema que nunca más se ha planteado. Las agallas de Blake Edwards se le deben haber acabado con esta perfección dramática, en la que la narración tiene la continuidad que necesita, ni un minuto más, administrado el paso del tiempo al servicio del crescendo dramático, de la atmósfera hipnótica de sus sufrientes criaturas.

 

Un hombre avispado con un trabajo que no le satisface, una mujer solitaria e inocente, ingenuas noches de pasteles y vinos.... se conocen...Él le abre una puerta a un paraíso que ella no conocía, y ella cae, a partir de ahí todo marcha sobre ruedas, hasta que, como era de esperar, fueron expulsados de ese paraíso a un infiero de botellas de whisky, donde los días transcurrían entre mentiras, decepciones personales y labios húmedos de alcohol. Bestial la interpretación de Jack Lemmon, que se quita el cartel de humor para adentrarse en el drama, con final perfecto, reflejándose en los ojos de él su fatal destino. Esto no es una película, es el más desgarrador puñetazo en la cara que recibirás en tu vida. Recuerdo cuando era niño y veía todas las pelis que podía fueran clásicas o actuales.. Cuando se cruzó en mi vida esta película y sin entender muy bien de que iba todo aquello, me fui con estos dos tipos engullidos una y otra vez por un monstruo implacable que se escondía en las botellas. Era él bajo la lluvia destrozando macetas mientras gritaba enloquecido. Era ella, tan bella como frágil, agarrada a una botella de ginebra. Cuando uno llega a la adolescencia la desmedida obsesión por el sexo opuesto hace que se cometan muchas tonterías. Mi caso era bastante común. Desamor...etc.etc... Curiosamente de aquellos años solo recuerdo los pocos besos que me tocaron pero prefiero no recordar nada de nada. La ecuación es simple: días de vino muchos; días de rosas muy, muy pocos. Y me cruzo con esta agresión al alma al que llamamos película.... Pero esta vez me pareció haber visto la más hermosa y desgarradora historia de amor que ha parido el celuloide. Era un trío, un trío trágico con multitud de ramificaciones. Él y el monstruo de la botella, ella y el monstruo de la botella, él y ella, ella y él, él y ella y el monstruo, todos revueltos...Yo no dejaba de preguntarme si ellos querían decirme algo.

 

 

 

 

A veces en la vida ocurren cosas. Un día llegó la chica y se quedó, entonces el alcohol fue desapareciendo pero nunca del todo. Obviamente ellos me parecía que estaban más enamorados que la vez anterior y volví a pasar mas miedo que siendo adolescente, pero lo grande de verdad es que entendí lo que los dos tipos querían decir... La realidad siempre supera a la ficción, y en este caso la historia se repite, es cierto, pero desde un ángulo mucho más despiadado al que otros directores hayan logrado acercarse. Llevada a lo màs próximo de las relaciones personales, presenta a unas vidas en construcción totalmente indefensas ante su procesos de catarsis, en las que se ven envueltas. Llenas de fuerza e ira interior, consiguen ser felices y evadirse de unas reglas del juego, que al final terminan por absorberlos y convertirlos en los perfectos parias sin un futuro que disfrutar, anclados en un presente corrosivo, donde familia e hijos incluidos acaban siendo eliminados. Destilando melancolía y desgarro, aterra con escenas llenas de la inmundicia de la vida, y te desola con la increíble interpretación de Lee Remick, en su lenta caída a los infiernos. Jack Lemmon,  te hace avergonzarte en su proceso ,y atención tú estas sentado en el sofá¡¡, mientras él cae en el patetismo más absoluto seña de su perdición, adicción y locura que dibujan la persona etílica que es. Un drama maestro, con un final magistral, al que sólo puedo considerarlo excelente.

 

 

 

 

Nada más aparecer los créditos, con esos tintes neblinosos y esas rosas nos están indicando que el deambular de nuestra historia va a tener unos aspectos sombríos; a pesar de ser unas flores hermosísimas, de sus tallos emergen espinas, que nos conducen por extraños vericuetos. La música de Henry Mancini arropa con gran maestría la ambientación de este ejemplar film. Pero es el alcohol nuestro intenso drama destructor de vidas que insignificantes para muchos, pero que son vidas en mayúscula. Está existencia alegre marcada por el metafórico vino hace de este film; sino, único; si. irrepetible. Con una interpretación majestuosa de un Jack Lemon con una gran cantidad de registros desde los cómicos hasta los dramáticos y una Lee Reemick, soberbia y espléndida en su papel de chica que por su honestidad da un gran ejemplo de compostura. Pero que por un azar tormentoso, aunque sea genético puede llegar a derrumbar sus sueños. Una escena hilarante, que raya en lo onírico marca la acritud del film hacia ésa o hacia esta sociedad falsa y henchida de hipocresía. Nuestro protagonista con un insecticida está dispuesto a acabar con las cucarachas del apartamento de su novia. Los vecinos se alarman ante tal atrevimiento. Evidente, los bichejos no les molestan, sin embargo a otros sí; qué más les da, mientras no sea a ellos. La moralidad de nuestro protagonista no es del todo inmaculada, aparte de su ebriedad, él intenta vender cualquier producto al coste que sea. A pesar de los posibles perjuicios. Pero es moralista con ciertas ideas, respecto al trabajo de traer señoritas a los clientes de su empresa, para contentarles su existencia nocturna. Impactantes son los cambios de escena y plano: el fluir del agua de la ducha para apagar la borrachera de nuestra protagonista y el chorro de la botella de güisqui para saciar la sed del alcohólico son de una crudeza espeluznante, se funden con el horrendo delirium tremens de nuestro personaje. Los dos alcohólicos en la cama y de fondo una noche relampagueante presagian el fatal desenlace de la escena. La luz del rayo marca la fulgurante caída del ser humano, lo inválido y lo insignificante que puede llegar a ser. Todo detalle está relatado con minuciosidad, es una escena metafóricamente simbólica llena de destrucción. Desgarrador lo que le lleva a cometer un acto de egoísmo sin contar para nada con su amada esposa y amiga de borracheras. La abandona en su cuarto y bebe su última botella que le queda en ese momento en el invernadero, hasta apagar su eterna embriaguez. La última escena es esperanzadora y angustiosa...Se ve el reclamo de la luz intermitente del bar; mientras, nuestro hombre, ya regenerado tras los cristales de la ventana observa a su mujer marchándose de aquel apartamento hacia, ¿qué lugar incierto?, Las intermitencias de la luz quedan reflejadas en los vidrios, como reclamo de ese líquido devastador.

 

 


Es el mejor reflejo de la adicción que he visto en cine. Edwards maneja un guión prodigioso, en el que primero nos presenta a los personajes de una forma que entendamos  y luego va desarrollando la trama de una manera abrupta, con grandes saltos temporales, en los que la pareja protagonista cae constantemente y debido a los cuales la empatía con ellos es aún mayor
. El retrato de sus cambios, con ello, es casi perfecto y te los crees desde el primer momento hasta el último; si además los diálogos acompañan son tan naturales, espontáneos y al mismo tiempo mágicos como en esta película, el resultado es devastador. Pero por encima del guión se elevan las dos interpretaciones protagonistas, sencillamente maravillosas. Lemmon consigue que entres en su juego enseguida. Su voz transmite confianza y cercanía, no es uno de esos actores que parece que el mundo se para cuando hablan, y no tienes más remedio que creerte su alegría, su enamoramiento, su desesperación, su tristeza... Para compensar Lee Remick le da la réplica con un papel que gana en fuerza con el desarrollo de la trama y en el que logra reflejar como tal vez nadie lo ha hecho nunca, en una de las escenas más brillantes que he visto, el nivel de degradación, ya no moral sino física y psicológica, al que llega en un determinado punto... Si además de este par de prodigios cualquiera de los secundarios logra construirse con una solidez brillante, con especial atención a Charles Bickford reencarnando al padre de Kirsten, no queda más que rendirse ante el impresionante nivel interpretativo que se alcanza aquí; en el que todo parece tan real como si los actores lo estuvieran viviendo en primera persona. He leído algunas reticencias respecto a la fuerza de la adicción de Kirsten, que supongo vienen dadas por esa imagen inicial que dan de ella como una chica responsable que sabe qué hacer en cada momento. El argumento juega en ese sentido a dos bandas, Kirsten es sensata pero al mismo tiempo frágil, y no sólo por la incapacidad de controlarse, sino porque se llegan a insinuar ciertas tendencias depresivas en la escena de la bahía. Bebe para evadirse, y como comenta ella misma más tarde, para ella el alcohol es un revulsivo, un refugio en el que esconderse cuando no le encuentra sentido a nada. El caso de Joe tiene tal vez menos misterio, porque no deja de ser un juerguista por naturaleza, al que le ha tocado en gracia tener un empleo en el que para relacionarse con sus clientes ha de estar en contacto constante con el alcohol y ambientes festivos, en cambio Kirsten, pierde el control...y su vicio se transforma en una forma de vida.


 

 

Confieso que en un principio no me ha caído del todo bien esa estructura narrativa, seguramente porque notaba que faltaba algo, o que no había la suficiente consistencia, pero al final creo que era la mejor decisión. Al contrario que otras obras que intentarían captar la "llegada" de la adicción en un momento dado tras un proceso lineal, aquí los cambios entran a trompicones; el espectador tiene la misma consciencia que los dos protagonistas de que su placer está convirtiéndose en adicción. Y en ese sentido, por ejemplo, la escena en la que por primera vez Joe descubre su problema, al gritar y cerrar la puerta mientras su bebé llora, no se prepara de ninguna manera sino que surge como algo completamente impredecible. Si la película funciona de manera maravillosa a nivel general, no lo es menos en sus escenas individuales, dotadas algunas de ellas de fuerza impresionante. Desde el paseo en la bahía en el que surge la chispa a esa cena en el piso de Kirsten donde ahogan sus risas con un beso; la primera vez que Joe es consciente de lo que le ocurre y llora en el pecho de Kirsten, sólo para acabar ella misma cediendo a sus impulsos; el padre de Kirsten llorando y derrumbándose ante Joe cuando confiesa su estado; una Kirsten borracha acostando a su hija; los primeros planos de la reunión de Alcohólicos Anónimos; la ensoñación de Joe en su último delirio alcohólico y las escenas del hospital; pero sobre todo tres escenas, de una carga emocional tremenda, que me han marcado especialmente. La primera, la imagen patética de un Joe desesperado buscando una botella entre las macetas, sólo para engancharse a ella, tirado en el suelo, cuando la encuentra. La segunda, la ya citada escena del motel, en un ambiente poderosamente depresivo, y Kirsten rendida ante su adicción, tratando de arrastrar de nuevo a Joe en ella. Y, por último, ese amargo final, con la mirada de Joe bañada en lágrimas al ver marcharse a Kirsten hacia un destino incierto.

 

 

 

Joe Clay divertido relaciones publicas conoce a Kirsten Anudsen una eficiente secretaria, al principio se conocen de una forma un poco accidentada, pero al día siguiente él va a la oficina para intentar obtener una cita con ella, después de una serie de incidentes por parte de él, consigue cenar con ella y más adelante casarse y tener una hija, al principio la convivencia de la pareja es como un idílico jardín de rosas, pero en ese jardín se introduce un nuevo elemento que les termina condicionando su vida, ese elemento es el alcohol. La película es todo un tratado, nos habla del peligro de las adicciones y de cómo en el mundo moderno el individuo se ve condicionado a caer en estas, el trabajo, las amistades o la familia en muchas ocasiones terminan por arrastrar a los hombres o mujeres que no tienen un carácter fuerte pudiendo acabar en el más profundo de los abismos.


Por otra parte me gustaría resaltar las grandiosas interpretaciones de Jack Lemmon, Lee Remick, Jack Klugman y Charles Bickford que junto a la estupenda dirección de Blake Edwards y la música de Henry Mancini, hacen de este film una obra maestra entrañable.

 

 

 


Y por ultimo me gustaría decir que la película nos invita a una reflexión, ante
este mundo de adiciones cuando ya has caído en lo más profundo, solo queda una simple cuestión, coger el toro por los cuernos y salir de la trampa...

 

Obra maestra de Blake Edwards.

 

 

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